domingo, febrero 19, 2006

Beast boy -o adios a Seth-



Hace unos días atrás mi virtual pal Amadeo me dijo, en explícito verde sobre blanco: ¡Se murió Seth Fisher! Esas noticias son las que le hacen sentir a uno que el mundo de alguna manera se rayó, que de la misma forma en que cuando uno escucha un disco, de esos que se dejaría en loop en el hemisferio izquierdo del cerebro, el mundo de repente hace ffffffffffzzffffff y ¡zas! se lo descubre un poco rayado y otro poco irreparable. O peor, solo puede sentirlo de esa forma. Que Fisher sea fisicamente hoy solo un cúmulo de páginas con sus dibujos nos hace, a los simplemente Domínguez y aquellos que desearían la obra del dibujante Seth no fuera parte de un ghetto sino de la educación primaria, enfrentar la dura realidad de que a pesar de que chapoteemos bestialmente nuestros zapatos rojos (tengan ellos forma de música, historietas, películas u otras almas de destrucción misiva) ya no habrá un lugar como casa.


Fisher era un dibujante. En realidad, por ser específicos, Fisher representaba (como una bola de cañon al corazón) la punta más extrema de esa sección atómica de dibujantes que aún logran emociones nuevas en el mainstream de los superhéroes (tierra de DC, Marvel e Image, algún que otro caballo oscuro). O sea, no era solo alguien sumamente libre en lo que a grafito respecta, era, tanto por mérito suyo como de Los Otros (los Turners, los Rosssz, los Ramos, los jimLee), todo lo que ya no es un dibujante en estos años. Al menos no uno que trabaja en la primera de los Hombres en Calzas.



Hijos de los Rayos del dibujante Jack Kirby, la bomba Gamma que era el editor de DC Julius Schwartz y masticados por la araña Stan Lee, la generación atómica (o aaatómica, si se quiere) son un grupo de dibujantes y algún que otro guionista expuestos a las radiaciones pop que generaron los productos a los que estaban asociados la triada fantástica de leyendas del comic arriba expuesta. La generación atómica absorvio esa radiación de forma tal que solo les quedaba la opción de pasearse por la maqueta en la que se convirtió a la historieta actual como uno de esos gigantes de juguetería que pululan en ficciones cinematográficas (cerca del club nocturno en Osaka donde Fisher murió al caer de un séptimo piso): de forma godzillesca, disfrazados chillonamente con sus pasados pero abriendo la mano y despidiendo poderes sónicos, acuáticos, centellas imposibles de imaginar que emita un simple mortal como nos. Ahí esta, para su saciar el tazmaniesco hambre de destrucción de los Atómicos, como ya dijimos, la metrópoli/maqueta que es el comic actual: un mundo chato, donde solo importan los sucesos y donde ya no hay una mística interna de cada serie sino que todo debe humedecerse frente a la leche del mega evento: todos somos cereales listo de ser permeables. Pero ahí están los hijos/dibujantes de la revolución pop: Mike Allred, Kyle Baker, Keith Giffen, Kevin O’Neill, Cameron Steward, Ryan Sook, Steve Rude, Darwin Cooke, Paul Pope, Philip Bond, Scott Morse y alguno más que debo olvidarme. Todos ellos lograron una especie de comunidad Gremlin en los comics, se convirtieron en el grito generacional de una joydivision y sin jamás, gracias a su originalidad, compartir otro rasgo que la contemporaneidad de sus obras. Se pasean por los superheroes como quien pasea por una feria de juguetes: fascinadas pero sin respeto alguno más que el generado por las ganas de divertirse y de contar, como niños con action figures, una historia. Una idea, o un sentir, que logra en su elasticidad hacer del comic algo parecido a una caminata lunar, ese juegos inflable al que ya no nos dejan entrar: un castillo volador que se sostiene en base a los aires del pasado, pero donde cada uno puede divertirse a su voluntad y limites físicos. Pero el aire del pasado cumple una función similar al helio, extralimita su propio limite y se convierte en algo que suena/ se ve distinto a casi todo, un pasado que más que reposar en bronce es consumido en forma de ácido.



Fisher era el Godzilla de la trouppe y lo demostró con solo un puñado de excursiones, con toda la extática infantil del término, como son su Flash: Time Flies, su reciente saga en Batman o su primer trabajo profesional Happydale: Devils in the desert (una especie de Freaks de Tod Browing mezclado y dibujado por las canciones del late Daniel Johnston). Las líneas en los dibujos de Fisher eran infinitas, pero contrario de otras líneas más derechas, las de Godzilla eran bestiales no por gruesas sino por delgadas, por lograr sostener y tensar una cadena de dibujos salidos de ese lugar que todos buscamos encontrar (la diversión con motor a imaginación) donde se conectan, por citar una viñeta de su creación, un edificio, una oruga humana, un coliseo en un globo de nieve, una cara precolombina, una robot bajo el agua, una lombriz gigante, otro robot pero de Oz, un mini conejo y etc. Lo que Seth hacía era jugar con dibujar lo primero que pensara (o al menos esa sensación transmitían sus obras) como si fuera una especie de Robert Crumb ultrapop, un Jim Woodring creado por Jack Kirby y con la furia de Geoff Darrow, que lanzaba todo lo que se le cruzaba por la cabeza y que encontraba en sus dedos, en su pecho y en su calvicie la droga perfecta para satisfacer a su imaginación.



En su GreenLantern: WillWorld Seth se recibe de gran bestia pop: su capacidad de transmitir la temporalidad de un lugar sin reglas físicas o lógicas (la tierra de Odd) lo muestra como no solo una M-16 de poptales sino como un cuentacuentos, un narrador, que sabía, de la misma forma que lo hacían su dibujos, conectar sus virtudes con sus demencias para construir una página de comic. Nada más y nada menos. Y, finalmente, en su ultimo trabajo (la palabra ultimo transmite una mortalidad que es imposible encontrar en una pagina de Fisher, es demasiado terráquea para sus relieves) Fisher se dibuja a si mismo: un monstruo amable, salido de una cajita de Lego, capaz de no dejar piedra sobre piedra a nivel convenciones, alguien que pica en los ojos y que a la vez nos da ganas de rascarnos esos lugares donde la historieta ya no muerde. Se van a extrañar los dientes de Fisher pero al menos nos quedan sus marcas, sus babas y sus ruinas. Y la godzillesca idea de que en lugar de hablar hacía un ruido que parecía un chorro de soda pasado por un sintetizador.

martes, diciembre 27, 2005

fin de fiesta

Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip, tercer y ultimo disco del año. ¿Extrañan tocarme? Busquenme en su cdteria compañera -estilo k que le dicen-. El exito del año se despide de ustedes, al menos en lo musical. Gracias a todos lo que nos apoyaron y a la vieja de alguien que seguro me esta leyendo. Dominguez has left the 2005.

miércoles, diciembre 14, 2005

Se va la segunda...

Después de haber agotado las 150.00o copias de su primer simple, llega el esperado segundo volumen. En perfecta sincronía con las fiestas, estará en locales varios a las 24 horas del día 24. Pero pueden reservarlo con el baucher que viene en el Suplemento Domínguez del Clarín de este domingo. A gozar, o mortales.

jueves, noviembre 24, 2005

Se acabo la joda

Hombres, mujeres y escuchas del mundo..¡Uníos! Es hora de disfrutar del primer simple de Simplemente Domínguez. Por que no todo es historieta en este mundo…



Pedídselo a su kiosco amigo (by the way, trabaje en un kiosco de revistas y nos son amigos de nadie).

miércoles, noviembre 02, 2005

Los tiempos estan cambiando (otra vez)

Extracto de www.comicbookresources.com :

DAN DIDIO NAMED SENIOR VICE PRESIDENT - EXECUTIVE EDITOR, DC UNIVERSE

DiDio, who joined DC Comics in January 2002 as Vice President - Editorial, oversees the editorial department for the DC Universe imprint. As the DC Universe Executive Editor, DiDio charts the ongoing adventures of Superman, Batman, Wonder Woman, and scores of heroes and villains; he also works to develop new titles with the industry's premier writers and artists

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"Dan has done an impressive job of bringing his personal energy and enthusiasm to the DC Universe, which has never been a more exciting destination for our readers," said Levitz. "Dan is leading a stellar line-up of creative talent in guiding the greatest collection of characters in popular culture, and I can't wait to see what they come up with next."

...

At DC Comics, DiDio has spearheaded such bestselling projects as ALL STAR BATMAN AND ROBIN, THE BOY WONDER, IDENTITY CRISIS, GREEN LANTERN, TEEN TITANS and OUTSIDERS.


Muchos hablan de justicia (quizás se escriba así JUSTICIA, como Alex Ross cree que se pinta) y un par de Simplementes Dominuezs creemos que es una exageración, salvo que se considere las ganancias generadas por Didio (una idea que esta bastante bien para la gente de DC. No esta mal darle garantías a quien llena sus arcas). ¿Alguien me explica el logro de Didio más allá de lo comercial? ¿Alguien realmente cree que lo publicado hasta ahora de Identity Crisis justifica la parafernalia, la solemnidad y la arbitrariedad –la que impide que los comics sean arbitrarios en el sentido más libre y que se sometan a ser pasquines donde pasan cosas y no historietas (In this issue: Superman le moja la oreja a Zatanna)? ¿O piensa que Identity Crisis –para mi, una serie con moralina y mal desarrollada- es realmente un hito para el mundo de la historieta? ¿O que, más allá de que las disfruto, que OUTSIDERS o TEEN TITANS permitan que un fanático pueda ponerse la camiseta de un editor? ¿Alguien cree que la nueva GREEN LANTERN es un gran comic cuando, claramente, recién en su #4 logro establecer un rigor ausente hasta el momento? Sinceramente me cuesta entender DC hoy día. Proyectos como SEVEN SOLDIERS abocan una esperanza y de repente sacan algo así lo que en mi barrio conocen como Grandes éxitos bajo el nombre de PRELUDE TO INFINITE CRISIS (cúmulo de páginas de diferentes tebeos donde se menciona algo de un mentada Crisis, más obsceno no se puede ser).

Digo, ¿Recuerdan cuando Joe Quesada fue nombrado Editor en Jefe de Marvel? Puede no guste nada de ese período pero, creo, no puede dejar de reconocerse los cojones de Mr. Quesada. Milligan y Allred a X-Force, Grant Morrison y Quitely a New X-men (dos series fuera de cualquier canon, incluso de los lugares comunes de sus creadores), Cassaday a Captain America. Había una renovación, unas ganas de sacudir la estantería, un olor a “toro suelto en el bazar”. Ahora, con Didio, ese horizonte de pensar la historieta como lenguaje no existe, solo existe la mentalidad folletín (siempre presente en el comic pero hoy más que nunca), lo importante es ese saber actual, ese tener idea de lo que pasa –noticias vrs argumentos-. Incluso DC posee en su site un pequeño espacio donde uno puede notificarse sobre lo sucedido la semana pasada respecto de la Crisis.

La noticia (si Batman le escondió las llaves del auto a Hawkman en venganza por haber sido lobotomizado durante 10 minutos o como reacciona Wonder Woman cuando sabe que Green Arrow se hizo una papiroca pensado en Sue Dibny) tapa, a modo ola, a la historieta. Veamos. El ultimo arco de la JLA cuenta como toda la mierda que los héroes vienen tragando unos de otros (Batman vrs Green Arrow, Hawkman y más integrante s de la Liga época Satélite) deciden cantarse las cuarenta mientras reaparece un villano clásico de la Liga. Podría (¿Por qué no? Toda saga puede ser excelente hasta que la leemos) haber sido una atractiva saga: el fin de la JLA. ¿Qué paso? La dibujo Chris Batista quien claramente no era la mejor opción para lo importante del evento y el guión de Geoff Johns no esta in crescendo, las cosas aparecen porque tiene que aparecer.

Nunca antes las historietas se parecieron tanto a una sitcom. ¿Por qué pasa esto? Por que el fin de la JLA como la conocemos es un evento que solo sale en las páginas de la JLA y que en realidad pertenece a la historia de Identity Crisis no a la historia de la JLA. ¿No creen que cualquier tipo que supiera más de la dinámica de la Liga –persona que no es, creo, Geoff Johns- hubiera echo de este evento algo más notorio –hasta en términos comerciales-? Grant Morrison, Keith Giffen, Mark Waid, Joe Kelly, son opciones que se me ocurren. Esto demuestra, en parte, como todo en DC es pensado a modo de sucursal de la Crisis pero de la peor manera posible: nadie se ríe un poco ni siquiera de que cada tres viñetas en cualquier serie aparezca un OMAC –robots que adquirieron protagonismo en una de las cuatro sagas de seis partes que sirvieron de preámbulo para Infinite Crisis-. Son pocos son los comics que deciden alejarse de esta idea de unidad básica, en sentido de sede, y cuya lógica interna, digamos personalidad, les permite la absorban como si nada. Son series cuya fuerza esta en el movimiento, en una narración que esta construida pensando en un total de 22 páginas y no en unas 4 o 5 donde pasa lo que tiene que pasar. Hawkman es un gran ejemplo y uno cien veces mejor es la JSA, escrita por el mismo Johns de antes: revistas donde nada fue sacrificado por seguir la Crisis. ¿Cómo sucedió esto? Por que son series trabajadas con una coherencia que excede cualquier evento macro gracias a que todo lo que en ellas sucede es macro o, al revés, completamente micro. Para la JSA, al menos al día de hoy, Infinite Crisis es una saga más, otro fin del mundo tal como lo conocemos. En Hawkman se trabaja a un nivel micro donde la concentración en un espcio y lugar concretos solo permiten el desarrollo de una aventura y nada más. Todo esta tan concentrado en un momento dado del personaje alado que no necesita la cosa operística de Identity Crisis. Otro gran ejemplo puede ser el Batman de Alan Grant y Norm Breyfogle, donde se solía dividir en tres números una aventura que solo sucedía, quizás, en una noche.

Yo me tiento de vez en cuando con estos eventos y termino supra-defraudado. Ahora, de la decepción personal a ser el contador geiger del mundo hay un universo -finito- de distancia que no quiero recorrer. Aún así...¿Por qué todo tiene que parecerse a…? ¿Que sucede con los comics que necesitan perder por completo el humor, la coherencia interna y la diversidad? Pueden decirme que todo es en pos de una saga larger than life. Que son pequeños sacrificios. O que esta "copado". Pero trato de combatir esas ideas, que quizás existan o quizás no, con el recuerdo de la “cobertura” de otra saga grandotota como Milleniun por parte de la Liga de Matteis, Giffen y Maguire. En la serie, dueña de un tono muy asterixiano -mundos donde las aventuras y humor van, si o si, juntos y no mezclados-, no se cedía ni una onza de la personalidad que la caracterizó siempre en pos del "evento del año". La historieta misma, su historia, sus códigos y su método no permitían ese trasvestimiento. Quizás lo único que hasta ahora demostraron Didio y su Crisis infinita o su Batman estrellado o esa saga de jodunnit por la que cree(n) merece un Pulitzer, es la medianía, traducida en permeabilidad, latente en la gran mayoría de las series publicadas en el universo –por no decir conventillo- que es la DC hoy día.

jueves, octubre 27, 2005

El fin de algo

Consideren la génesis de este post dos cosas: mi reciente lectura (processing 35 % de 31 canciones) y un post menos reciente del digamos essssssssselente blog www.popisthenewpunk.blogspot.com. La idea es aglomerar los 31 números –como quien diría: issues- que más me hayan rockeado el mundo este privado y no tanto mío. Que medio era la idea de 31 canciones pero después cambio. No tengo las ideas de Hornby (por otro lado no creo me interese tenerlas y al menos tengo pelo) pero quizás logremos algo coherente. Estáis, comiqueros del mundo, invitados a coparos con mi cruzada. Las reglas: que sean números sueltos o sea más allá de que formen parte de una saga se puede hablar de solo un comic (por ej.-gracias a Dios/Kirby no es mi caso-: Identity Crisis # 7); tratamos sean del mainstream o anexos (igual este ítem responde a mi desconocimiento de casi todo el comic europeo, feel free to break this law) y no mucho más. Acá va la primera entrega:


The Killing Joke de Alan Moore y Briand Bolland
Nada. Pero de nada. Absolutamente nada era lo que logre entender cuando termine de leer por primera vez este comic. Estábamos en 1991 y desconocía que las historietas eran producidas por personas. Yo pensaba su génesis era similar a , no se, la del pan o las figuritas o los guardapolvos. Que uno se lo pedía al sujeto de turno en el parque Rivadavia, haciendo uso de Padrescard, y solo ahí iniciaba la vida del tebeo. Junto con la mía. No sabía nada de escritores, de dibujantes, de especiales, de series y decidía no saber nada de la muerte como amenaza concreta , de que uno crecía, de que uno le podía tener miedo a mucha más cosas que la oscuridad . Nada. Y de repente ¡wham, boom! me enamore. O ¡whan, boom! se acabo mi ingenuidad. Ya había sentido una comezón, un tiempito antes con una Batman. Pero La broma asesina era un temblor que dejaba en claro que algo había dejado de sentirse como siempre y que debaja en ruinas al palacio del pequeño Domínguez. Y me encantaba.

No me refiero a darse cuenta de que se desea estudiar computación en lugar de jijutsu sino a un estado de disolución, que solo se puede percibir en el tiempo, a una energía que sentí de forma casi radiactiva similar a cuando uno logra por primera vez escuchar su voz dentro de la cabeza propia. La sensación era de algo que empezaba a propagarse por el cuerpo pero uno no conseguía, ni sabía que se podía, controlar (musicalmente se me ocurre pensar en el Electric Warrior de T-Rex, esas cosas que pasan por nuestros órganos, los que se muestran en los libros de biología y en los que hacen que las cosas se nos traduzcan en pasiones, y no podamos siquiera detectarlos hasta un tiempo después). Con La broma asesina sentí ese algo que se produce en cada uno de nos, simplementes Domínguezs, cuando un objeto pasa a formar parte de nuestra cadena genética. Algo me hablaba y yo no quería dejar de escucharlo, ya que había adquirido a medida que pasaba las páginas de esta historia que recuenta el supuesto origen del Joker (Guasón para los hablahispanos) mi pasión por las viñetas. Y mi incertidumbre para con todo lo otro. No podía comprender el disparo del Joker a Barbara Gordon, ni la ausencia de onomatopeyas en esa secuencia, ni ver al comisionado Gordon (Fierro para los teveguiados) desnudo atado del cuello y arrastrado por tres enanos. Y aún así, con diez años y obnubilado, no podía dejar de leer. Incluso ese verbo, leer, adquirió una nueva dimensión: ahora y siempre, el verbo se dividiría en dos: leer letras, caracteres, y leer dibujos, espacios. No importaba mucho que la prosa de Alan Moore en este comic demuestre su capacidad, generalmente menospreciada, de narrador, de alguien que comprende a rajatabla los tiempos que los espacios proporcionan a la viñeta y que sabe dispensarlos, convertirlos en una metaoperación de relectura –Moore parece nunca poder parar de leer comics incluso cuando los escribe- que jamás se olvida de los personajes. O que el portadista Briand Bolland tardo casi dos años en dar vida al total de La broma asesina. No tenía noción de nada de ello y de todas maneras podía percibir su potencia. De la misma forma que recuerdo el preciso instante en que mis padres me contaron que en algún momento tendría que morir y que un día ya nada de mis todos volvería a despertarse, recuerdo cerrar las hojas de La broma asesina y pensar que, sin saber como formularlo en mi cabeza, esa historieta siempre iba a estar en mi. Siempre que abro un comic, en mi cabeza se vuelve abrir La broma asesina.



Animal Man #5 de Grant Morrison, Chazz Truog y Doug Hazlewood.

Y en el octavo día Grant Morrison se creo a si mismo. No pienso resumir en esta oración, párrafo o tamaño final que posea este escrito todo lo que significan esas dos palabras: Grant Morrison. Con el número 5 de Animal man, uno de sus primeros trabajos en America después de años de trabajar en el Reino Unido, descubrí su ---------------------------- (aún no se creo una palabra para definir de una sola vez la posibilidades que adquiere una historieta cuando la escribe, jamás dibuja, el gran GM. Su imaginación, y todo lo que la hace mucho más que un gesto en el aire, se asemejan más a una enfermedad que a cualquier otra cosa. A una enfermedad que transforma la sangre en algo que de ninguna manera podría circular por nuestro cuerpo y que, sin embargo, lo hace. Cuadros que devoran París, deidades que se parecen al difunto leading voice de The Beatles, niveles de videogame instalados en la Luna, jóvenes indios con amigos que parecen dibujados por Jack Kirby, robots popstars capaces de domar dinosaurios hippies y la lista sigue, sigue, sigue, sigue, sigue, sigue, sigue.) En el número en cuestión, un extraño animal aparece en nuestro plano de existencia. Es una especie de lobizón, en realidad se ve como una degeneración con la forma de un can mutante que camina sobre dos piernas y resiste cualquier ataque contra su persona. Excepto, claro esta, una bala de plata. Resulta que este animal, casi al fin del número, le entrega a Animal man (cuyo poder radica ser el dueño de cualquier habilidad, mientras logre contactarlo primero, del animal, insecto o pez en cuestión) un nota que desde un comienzo colgaba de su canino cuello. Ahí descubrimos que el salvaje había sido castigado por su buen Dios por haber pedido que cese su mala suerte y como castigo trasladado al mundo de Animal Man.




El lobo atado a la inmortalidad, a una existencia monótona de la cual tenía conciencia, no era ningún otro que el famoso Coyote. Sip, ese que Chuck Jones hizo una moral del perdedor en los dibujos animados, Grant Morrison lo convierte en la moral de la tristeza en el papel. Animal Man no puede leer lo que esta escrito en el papel que cuenta la historia del coyote pero nosotros si. Grant Morrison con este número me dio, al menos considerando mi método científico, una prueba irrefutable de que los comics existen; es decir que pueden ser lugares, mundos, no solo situaciones, donde sus personajes viven en líneas que se extienden mucho más allá de las viñetas, donde tienen cosas como melancolía, como dolor, como miedo, como incertidumbre, como tristeza. Esa fue la grandeza de ese comic, de mostrarme que el protagonista podía desconocer lo que sucedía, de su vulnerabilidad como sujeto, de su bidimensional humanidad. En ese Coyote y ojos llorosos al darse cuenta que ya le toco la China, vi el mismo terror que hoy me inunda cuando pienso en que mis monotonias me devoraran o en que algún día dejare de existir o que una mano, como esa que termina de pintar la sangre del Coyote cadáver, algún dará vuelta la página y no seré nada más que un recuerdo, una idea o un concepto en la viñeta final de un lugar donde nunca supe que estaba. O peor, donde nadie aprendio a leerme.

viernes, octubre 07, 2005

Antes era un alfeñique... (o un paseín por una miniserie que la mola)


Con ustedes una creación de esa hipérbole bautizada como Grant Morrison y de un tamaño dibujante rebautizado como Frank Quitely : Flex Mentallo, un Charles Atlas con problemas dimensionales, cósmicos, meta-galácticos y meta-metafísicos. Un universo (o dos) de supertipos forzado a brillar en cuatro míseros números editados por Vértigo hace un par de años. Megasujetos armados, como los cositos que vienen en los Kinder pero en lugar de plastiquitos tenemos que usar los nexos entre las tierras de la historieta que vienen en esa cápsula (un poco del tiempo, otro poco sublingual) que es Flex Mentalo. Todo parece venir –y unirse- con forma de algun paradigma estético de la galaxia de la bidimensión de pelpa: Jack Kirby, Neal Adams, Julie Schwartz, Carmine Infantino, Mike Allred. Paradigmas que son reducidos a una única secuencia de ADN, una cadena difícil de imaginar viva sin sus cromosomas pero la vez difícil imaginar a sus sustancias unidas sin la existencia de los tendones de Flex Mentallo. Músculos, gamas alborotadoras, animal prints, slackers, arena y los suficientes rayos y centellas que un físicoculturista puede llegar a necesitar.