Páginas amarillas
Sip, ando medio colgado pero no me olvido de mi querido blog. Así que a modo de cariño con las gentes que viene y va de este bloggerama me voy mostrarles un pedacito de mi radiactiva memoria. Mis recorridos por el Parque Rivadavia podrian ser representados en una escala evolutiva, de esas que arrancan con el monito que casi camina y finaliza con: a) el hombre, tal como lo conocemos en los libros de biología o b)el chiste pop de turno. En el parque, se dieron mis primeros contactos con los comics, las famosas revistas casi cuadrangulares edita dos por Novaro. Igual la parte que vamos a excavar hoy es de las menos remotas, es más, esta bastante presente en varios folletos que edito la municipalidad de Cualquieradominguezville y es una memoria que suele ser citada, al menos, una mes por bimestre. Nos (por yo y yo) remitimos a el primer comic que recuerdo haber leído, escribo sobre ese comic cuya evocación y cuyo valor neto como recuerdo/momento de quiebre no se me viene en forma efervescencia, no es una burbuja que sube entre miles de otras y que, por puta lógica física de mis neuronas, sale campeona del torneo de pacotilla que se sucede en mi cerebelo. La historieta en cuestión, que en EEUU se pide como Batman #419, no solo marco a fuego de fósforo varias de mis pasiones sino que, raro, raro, raro me provoca una linda sensación recordarla. Hablo de Batman Nro 3, de la Edición Perfil –nota del Cualquiera: La Editorial Perfil publico a comienzos de los noventas varios títulos de superhéroes doblados al castellano, que fueron para toda una generación, la que me gusta llamar generación Simpsons, la puerta de entrada al comic maintream americano- que no era otra cosa que la tercera parte de la saga conocida como Diez noches de la Bestia. Varios amores a primera vista y tacto en un solo movimiento: la hoja de comic y su tamaño clásico, la narrativa del guionista Jim Starlin y del dibujante Jim Aparo-, el consumo al alcance de la mano, el aspecto folletinesco del asunto, la sensación de presente absoluto.
Pero hay cosas que extraño y bastante de esa revista: la tensión que generaba la salud de Batman antes de descubrir que los personajes always green (término que designan editorialmente a las revistas de superhéroes que “siempre venden”) no se mueren y que si lo hacen pueden resucitar, la falta de idea absoluta de hasta donde iba eso y como era que terminaba, ignorar el sacrificio de otros para que uno lea sus –como diría mi abuela- revistitas de chistes y, por sobre todas las cosas (menos dos o tres) el entusiasmo, la manos en tinta por que eso que tenia me sobraba y alcanzaba para sentirme, digamos, bien. Por eso este post, medio por cursi u otro tanto por cansancio –no físico, harto mental- que les enseña la imagen que decidí sería mía por el resto de mi vida aquel 18 de diciembre de 1991 (creo). La elegi de entre las varias cosillas que había en el kiosco de revistas de Avenida La Plata y Rivadavia y eran como las siete de la tarde. Aun no se me ha notificado acerca de si algún día me harán un monumento, como pedía Miguelito. Medio que me parece que no. Pero si lo sitúan por ahí no me molestaría en absoluto.
Ella, solo ella
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